Sin recuperarnos de la resaca de la ILP contra el fracking, y en pleno análisis de la campaña sísmica en el permiso Géminis, saltó la noticia: se aprobaba la declaración de impacto ambiental para perforar dos pozos de gas en el permiso Fulmar. Aunque en varias ocasiones habíamos comentado que no estábamos haciendo un seguimiento a este permiso, la falta de noticias nos daba una falsa sensación de seguridad, de tener tiempo para mirarlo más tarde. Y de golpe, la noticia.
La verdad es que ver un mapa de Bizkaia con los permisos concedidos y solicitados para buscar gas y petróleo da un poco de miedo. Sí, debajo de esos cuadraditos debe estar nuestro territorio, pero como se puede observar, queda poco terreno a la venta ahora mismo. Los cuadrados en azul por lo menos están sólo pedidos pero todavía no se ha concedido, pero no deja de ser preocupante que salvo Fulmar y Saia, el resto son permisos en los que se va a realizar fracking. Parece que el interés de algunas empresas e instituciones es vendernos que vamos a ser la nueva Texas, un territorio del que mana gas y petróleo como manaba miel en la tierra prometida.
Pero volvamos a Fulmar, que es lo que nos preocupa ahora mismo en la costa de Bizkaia. El permiso Fulmar es una concesión a Repsol (82%) y la empresa pública SHESA (18%), que está situado en el mar, al norte de la plataforma Gaviota. Estas empresas han solicitado permiso para perforar dos pozos, cuya posición se puede ver en la imagen de cabecera. La propuesta es perforar inicialmente el pozo Fulmar-1, a 17 km de la costa, y en función de los resultados, perforar el pozo Pelícano-1, a 22 km de la costa. La perforación se va a hacer desde un barco, de forma similar a como se ha hecho con los sondeos fallidos de Canarias. Eso sí, en este caso el fondo marino no es tan profundo como en Canarias, estando sólo entre 500 y 700 metros desde la superficie marina. Ahora, como ejercicio de ingeniería, os hacéis una idea de lo complicado que es adivinar en el punto de perforación desde un barco que está a 500-700 metros de distancia y en movimiento?
Pero yendo a la declaración de impacto ambiental, nos encontramos con la dinámica habitual. Se entremezclan de manera interesada conceptos como probabilidad de un accidente y riesgo. Y cuando se quiere evaluar un impacto ambiental, es necesario considerar ambos, y sobre todo, su combinación. Porque ya hemos visto en muchas ocasiones desastres ambientales provocados por sucesos de baja probabilidad. Por poner un ejemplo relacionado, no podemos evitar acordarnos del gran desastre de la plataforma Deep Water Horizon en el golfo de México hace 5 años, que aún hoy sigue afectando de forma importante a la zona afectada. Lo peor de todo es que es evidente que la industria de los hidrocarburos no ha aprendido nada de aquel accidente, y tal y como reconoce The Guardian, estamos hoy más cerca del desastre que nunca, porque estas empresas siguen con su loca carrera de asumir cada vez mayores riesgos.
En el caso de los pozos del permiso Fulmar, nos encontramos con una situación similar, en la que aunque se reconoce que la probabilidad de que ocurra un accidente es baja, sus consecuencias pueden ser severas en la costa, afectando además zonas protegidas de la Red Natura 2000, afectando de manera importante a aves, cetáceos y tortugas. Todo esto declarado por el propio ministerio de Medio Ambiente, que a pesar de todo termina concediendo la autorización para las perforaciones.
¿Queremos asumir en Bizkaia estos riesgos? Está claro que partidos como el PNV (SHESA es una empresa del gobierno vasco) o el PP lo tienen claro, y quieren exprimir hasta la última gota de un sistema alocado que pone los interesas de unas pocas empresas por delante de las personas y el planeta. Tomemos en serio las recomendaciones de los expertos de la ONU y de la Agencia Internacional de Energía, que avisan que para evitar un cambio climático catastrófico, tenemos que dejar bajo tierra el 80% de las reservas de hidrocarburos, y empecemos de una vez el cambio hacia un modelo energético limpio y saludable, basado en el ahorro, la eficiencia energética, y las energías renovables en manos de la ciudadanía.