Hablamos mucho de rehabilitación energética como uno de los factores clave en el cambio de modelo energético1. No en vano, el sector de la edificación es el responsable del 30% del consumo de energía en España (20% en Euskadi), pero sabemos que buena parte de ese consumo es derroche de energía. Gran parte de los edificios que hay en nuestros pueblos están construidos con un escaso aislamiento energético, provocando que consuman más energía de la necesaria. Tenemos que pensar que todos los edificios que se construyeron antes de 1980 se hicieron sin ningún tipo de normativa energética. Y tampoco es que los posteriores sean para echar cohetes. La realidad es que en estos momentos es posible reducir el consumo de muchos de estos edificios hasta en un 80%. Un ahorro importante que puede aliviar la situación económica de muchas familias sumidas en la precariedad o incluso en situación de pobreza energética.
La rehabilitación energética de edificios es de gran importancia para el cambio de modelo y la generación de empleo verde. Para empezar porque supone reducir la factura de energía de los edificios, liberando recursos para otras necesidades. Además, reduce el consumo de energía, reduciendo al mismo tiempo la necesidad de comprar combustible al exterior y mejorando nuestra balanza comercial. Además, al reducirse el consumo de energía, se reduce también la emisión de gases de efecto invernadero asociados esa energía. Por si esto fuera poco, la rehabilitación de edificios puede suponer una generación de empleo importante, y además de forma rentable2. Para las instituciones públicas el fomento de la rehabilitación de edificios se puede convertir directamente en una fuente de ingresos3.
Pero en muchas ocasiones, nos podemos encontrar con planes de rehabilitación energética que no consigan ningún ahorro de energía. Es más, tal vez eso sea lo más deseable en las primeras etapas, tal y como voy a comentar ahora. Y quizás nos encontremos con planes de rehabilitación que no generen nuevos empleos, o los generados sean precarios y mal pagados. Estas aparentes paradojas nos tienen que hacer reflexionar sobre cómo tenemos que orientar los planes de rehabilitación, y en función de qué factores deberían ser evaluados.
Un plan de rehabilitación con financiación pública se debería centrar de manera prioritaria en aliviar las situaciones extremas que se dan entre las familias que se encuentran en situación de pobreza energética, o en riesgo de exclusión. En estos hogares, el consumo de energía de partida es nulo o muy bajo, con lo que la rehabilitación energética no suele suponer una reducción directa del consumo de energía, sino que una mejora de las condiciones interiores manteniendo el consumo al nivel anterior. No se dará por lo tanto un ahorro neto de energía, pero sí una mejora importante de la calidad de vida, algo que un plan de rehabilitación debería de integrar como indicador de éxito.
La rehabilitación de edificios puede traer efectos de rebote del consumo, un viejo conocido de los planes de ahorro y eficiencia energética. Básicamente, la reducción del consumo de energía inicial, supone una reducción de la factura energética, que libera recursos económicos. En muchas ocasiones estos ahorros económicos se terminan destinando a la compra de bienes que de rebote aumentan el consumo de energía. Por poner un ejemplo, la mejora del aislamiento de una vivienda, provoca la bajada del consumo de calefacción, lo que hace que esa familia tenga mayor poder adquisitivo, y se plantee la compra de un equipo de aire acondicionado para el verano, con lo que al final del proceso el consumo total de energía de la vivienda puede ser mayor que el inicial. Una buena forma de solventar este dilema es el empleo de bolsas de eficiencia, en las que el ahorro conseguido con una medida de eficiencia, se guarda para ir financiando futuras medidas de mejora. De esta forma, los ahorros no se destinan a nuevos aumentos de consumo, sino que van destinados a conseguir mayores ahorros en el futuro.
En lo que respecta a la generación de empleo, podemos encontrar de todo. En ocasiones estos programas sí que están generando un empleo neto, y además empleo local, estable y de calidad. Pero en otras ocasiones, no se cumplen estas condiciones. Hay empresas que se encuentran en mala situación económica, a las que este tipo de planes les sirven precisamente para mantener puestos de trabajo y evitar despidos. Y también las hay que utilizan estos planes para realizar contrataciones temporales, pagar precios por debajo de lo estipulado, o incluso obligar a horas extras no cobradas. Los casos de precariedad laboral en obra pública son más que conocidos, y la rehabilitación energética de edificios no es un oasis dentro del sector. Esta realidad debería obligar a las instituciones a redoblar los esfuerzos de control de las condiciones laborales de las obras que financia. Yo propondría incluso ir más allá de un simple control, para pasar a la inclusión de cláusulas sociales en este tipo de obras, asegurando unos salarios y condiciones laborales dignas, y contratos estables en las empresas que los realicen.
Es más, la rehabilitación energética de edificios es una oportunidad inmejorable para construir capital social en nuestros barrios, y estrechar los lazos comunitarios. Es cierto que parte de los trabajos requieren de mano de obra especializada, como es la correcta colocación del aislamiento, o la instalaciones de sistemas de energías renovables. Pero también hay trabajo menos especializado que puede ser realizado por personas sin gran preparación previa, como pueden ser labores de pintura, por poner un ejemplo. La rehabilitación energética puede ser una importante plataforma de impulso de la economía alternativa y solidaria, en proyectos que combinen el trabajo especializado, con la formación de nuevos profesionales, la generación y formación de empleo local, incluso el uso de monedas sociales y bancos de tiempo, para financiar las obras en los casos de familias con menos recursos.
En definitiva, la rehabilitación energética de edificios es una buena oportunidad para iniciar el cambio de modelo energético e impulsar la generación de empleo verde, pero se podrá quedar coja si no se incluyen criterios sociales y de fortalecimiento de la comunidad en su planeamiento. Aprovechemos la oportunidad para ir un paso más allá, y crear capital social al tiempo que mejoramos la calidad de vida de las personas.
Nota
↑1 | En esta entrada os reproduzco la presentación que preparé para la jornada «Rehabilitación energética y generación de empleo sostenible barrio a barrio» organizada por la EMVS de Madrid. Aquí está mi intervención completa |
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↑2 | Se estima que se pueden generar 150,000 empleos directos estables rehabilitando 10 millones de viviendas. Empleos que además se crearían en el sector de la edificación, uno de los más golpeados por la crisis. |
↑3 | Las cifras económicas resultan muy interesantes. El Grupo de Trabajo sobre Rehabilitación, propone un esquema de financiación en el que la inversión se cubra con los ahorros en calefacción –45%–, ahorros en agua caliente –8%–, ayudas públicas –25%– y la aportación del propietario –22%–, quedando este último porcentaje cubierto por la ‘Plusvalía Verde’, que es la revalorización económica que sufre la vivienda, y que puede alcanzar un 10% del valor inicial. En lo que respecta a la financiación pública, se estima que el apoyo público requerido para crear cada nuevo empleo en rehabilitación de hogares españoles es de 13.500 a 14.500 euros, mientras que el coste medio del subsidio de un parado es de unos 19.991 euros anuales. Además, se espera que esas inversiones públicas en rehabilitación sean recuperadas a través de los impuestos pagados en la actividad generada (IVA, IRPF, etc.). |