InterconexionMientras sigo analizando la propuesta de Unión Energética, esta ya ha sido publicada oficialmente por la Comisión, con algún elemento adicional sobre el borrador filtrado, pero básicamente no ha variado ni el enfoque ni las grandes propuestas. Por eso, sigamos con el segundo pilar de la Unión Energética: el mercado energético interno. Evidentemente, en una propuesta de unión energética, es necesario replantearse el mercado energético, para establecer las normas comerciales que pongan a la Unión Europea en línea con los objetivos que se ha marcado: una economía casi descarbonizada para 2050, que es líder en energías renovables. Vamos a ver si la propuesta presentada se alinea con estos objetivos a largo plazo.

Igual que sucedía en el primer pilar, y como se muestra a todo lo largo del documento, la propuesta apuesta sobre todo por las grandes infraestructuras para solventar los problemas actuales, pero sin replantearse el modelo energético hacia el que tenemos que caminar.

La primera medida para el mercado energético demuestra las paradojas que inundan esta propuesta, pues lleva el título de «El hardware del mercado interno: conectando mercados mediante interconexiones». Por un lado, reconoce que hay que interconectar los mercados existentes, en lugar de crear un mercado único; y al mismo tiempo, se basa en exclusivo en asegurar grandes infraestructuras de conexión y en buscar vías para financiarlas, que evidentemente van a quedar en manos del oligopolio, pero en la introducción reconoce que la visión del futuro energético de la UE pasa por las redes distribuidas y la energía en manos de la ciudadanía. Si bien es cierto que hay que mejorar la interconexión en las fronteras, la gran pregunta es si esa conexión la tenemos que hacer a través de grandes infraestructuras costosas, o es mejor hacerlo interconectando los pueblos a ambos lados de las fronteras a baja y media tensión. Y desde luego, si hablamos de actualizar el hardware del mercado energético, también es urgente el despliegue de las redes inteligentes que permitan la generación distribuida, cosa que ni se menciona en todo este apartado.

La segunda propuesta se basa en lo que denominan actualizar el software del mercado energético. Básicamente propone una paulatina armonización de las leyes y normativas de cada estado miembro, para asegurar la igualdad en toda la Unión Europea, y la no aplicación de sobrecostes que discriminen la energía procedente de algunas fuentes de energía o de otros estados miembro. En este apartado sí que se mencionan dos propuestas interesantes: por un lado, reformar la regulación de los mercados para hacer más flexibles tanto la oferta como la demanda, y así mejorar la penetración de las renovables. Por otro lado, la reforma del mercado de emisiones y la eliminación de subsidios a energías sucias, para que estas internalicen los costes ambientales y las renovables puedan competir en igualdad de condiciones. De todos modos, contrasta la ambigüedad con la que cita estos dos últimos temas, con la extensión y concreción que se fija para las grandes infraestructuras, para las que se citan objetivos cuantificados, organismos intervinientes, o incluso vías de financiación, lo que indica que no es un prioridad real para la comisión.

Por lo demás hay otras propuestas relacionadas con la cooperación entre estados miembro en los mercados comunes ya existentes, o la liberalización de la comercialización de la energía.

Eso sí, hay que poner en positivo que se dedique un apartado entero a la pobreza energética, y propone que los estados tienen que establecer medidas para que las personas más vulnerables no sufran este problema, bien a través de tarifas solidarias o por descuentos en las tarifas.

En resumen, se trata de un apartado que de nuevo da preponderancia a las grandes infraestructuras, que van a provocar que la energía siga en manos de las grandes empresas que se pueden permitir participar en su financiación. La propuesta está absolutamente desequilibrada hacia ese apartado, en el que alcanza una gran precisión, mientras que las líneas que podrían facilitar un mercado energético distribuido y uniforme son absolutamente vagas y faltas de concreción. Esto demuestra una vez más que las prioridades de la Comisión en este ámbito no son más que mantener el status quo actual, poniendo algunos pocos parches, en lugar de transformar el sistema energético a fondo, democratizando la energía y descarbonizando la economía.

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Aitor Urresti

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  • Eskerrik asko Aitor. Interesante síntesis del panorama energético europeo. Sus luces y sus sombras. La sensación es que la interconexión, como un elemento de seguridad en el suministro, es la principal preocupación. Pero no se busca la seguridad que puede ofrecer un modelo descentralizado, con redes inteligentes que potencian el autoconsumo. Parece buscar distribuir por esas redes la sobrecapacidad instalada (por ejemplo en la centrales de ciclo combinado).
    Por otro lado, la política energética europea es probablemente una guía fundamental para dar una solución a problemas importantes como la pobreza energética para los colectivos más vulnerables (cada vez más numerosos).

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