El día que murió Chanquete

Sentado en el café del aeropuerto, Jesús espera a Barry. Cruza su cabeza la idea de que no aparezca. Problemas familiares de última hora, miedo a la aventura que están a punto de empezar…
Pero, ¿cómo llegó él a Irlanda? Quedan pocos minutos para embarcar, tiempo de sobra para recordar. Recordar cómo descubrió por qué compraba siempre la leche en botella y nunca en tetrabrick, o por qué prefería una copa a un vaso de tubo: las curvas eran la respuesta. Sí, le gustaban las curvas y los hombres acolchados, los bears y los chubbies, los osos amorosos y, sin saber aún por qué, Chanquete. Y cómo decidió que debía ser capaz de diferenciar entre amor y sexo. Y cómo, a pesar de todas las precauciones, un día se enamoró. De Enric. Y cómo Enric fue incapaz de responder a ese amor. Y cómo los tópicos tienen algo de verdad: el tiempo lo cura todo.
Ahora, exiliado sentimentalmente en un país que apenas soporta, se dispone a emprender una escapada iniciática. No para él sino para Barry, aprendiz tardío y sin embargo aventajado. Un fin de semana en Londres, libres de toda atadura. Lo que no puede imaginar, mientras mira el reloj porque el tiempo pasa y Barry no aparece, es que la historia vaya a repetirse aunque, en esta ocasión, los papeles estén cambiados.

Me acabo de comprar este libro, y ya me lo estoy devorando. Siguiendo la saga de Peluche y Cazador, José L.Collado nos presenta una nueva novela de lo que podríamos llamar literatura osuna. Pero no sólo se parecen en el tema osuno, sino que también en la propia narrativa, directa, sin rodeos, que te acerca al personaje haciéndote incluso a veces creer que lo que lees te sucede en primera persona… algo desde luego muy sencillo si compartes gustos con el protagonista, jejeje.
Una historia en la que se entretejen el presente con el pasado, Verano Azul con Naranjito y la Bruja Avería, Dublín con Valencia, Torrebruno con Depeche Mode. Y frases tan célebres como:
Más que un armario, lo mío fue un probador de Zara. A los 17 años me probé una rubia llamada Elena… Tres años más tarde me probé a otra bastante mayor que yo… Y por fin, a los 23, me probé un cuarentón redondo y barbudo que me quedaba como un guante. Decidí quedármelo sin el más mínimo titubeo y salí del probador con la mayor naturalidad…
Pues nada, que todavía me quedan un montón de hojas para terminármelo, algo que intuyo que me va a llevar muy poco tiempo!! Os dejo que tengo que volver a la lectura…

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Aitor Urresti

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